Vida, desde mi primer aliento contigo, ni siquiera me di cuenta de tu presencia y, sin saberlo, existí en ti. Ciego entre ciegos, dormido y sin consciencia, anduve sin saber donde.

Cada mañana, me levanté sin despertar e, impulsado por mis instintos y sentimientos, anduve a través de amigos, libros, dinero, trabajo, hombres, mujeres, pueblos y culturas diferentes. En mi ignorancia, me sentía único, inteligente, capaz, conquistador y así viví, experimenté y gocé todo lo que mis sentidos me mostraron, olieron, tocaron y oyeron.

¡Qué pobre dormido era!

Y también sufría lo que cada humano sufre; soledad, enojo, ansiedad, vacío, conflictos, apegos, deseos, y miles de emociones contrastantes que me confundían y asustaban.

A veces las obsesiones o miedos del pasado me perseguían. Otras veces la ansiedad por un futuro desconocido y asustador no me permitía dormir.

Nunca pedí nacer y nadie me dijo cómo moverme en los pasillos de la vida. Nadie me dio indicaciones o dijo del por qué estaba allá, ni lo que debía hacer.

En ese entonces mi mundo era hostil y yo estaba en él sin la posibilidad de poderme ir a otra parte.

Y al mismo tiempo, aunque nunca estuve satisfecho, ese mundo lleno de colores, hermosuras y asombros, me atraía y encantaba. Lo observaba, reflexionaba y pensaba, intuyendo que tal vez estaba en él un secreto, el secreto más grande de todos…

No sé, tal vez por destino, buena suerte o porque mi Padre sintió que ya era el momento, una mañana me pasó algo asombroso que hoy te quiero contar.

Acostado sobre el pasto, refrescado por una brisa suave y bañado por el agradable calorcito del sol matutino, noté a una hormiga toda ocupada llevando una miga de pan más grande que ella y resto de mi desayuno. Ocioso, observé atento a ese ser tan pequeño e insignificante…

¿Qué estaría pensando ella? Como yo, ¿tenía ella las penas y felicidades del pasado, o la esperanza e incógnitas del futuro?

Totalmente abstraída, me pareció más tranquila que yo. Como alguien que no es esclava de sus sentimientos, trabajaba con una concentración total. Ella parecía vivir a cada instante en el presente y sin dualidad entre lo que su corazón quería y lo que su mente le dictaba. Todo en ella existía en ese instante, y nada ni nadie más tenían importancia.

…Y en ese entonces, algo pasó…

Por un momento fue como si todo a mi alrededor se desvaneciera. Nos quedamos sólo ella y yo, y en ese instante tuve la certidumbre de que si continuaba viviendo como lo estaba haciendo, de los dos sería yo el ser más pequeño e insignificante.

¡Me quedé asombrado! Ese pensamiento me golpeó como cuando un rayo golpea la tierra y electriza todo, y en ese preciso instante fui traspasado por una visión…

¡Eso era!

¡ESO ERA!

¡VIVIR!

¡Eso era lo que necesitaba, eso era lo que había buscado siempre!

¡VIVIR!

¡Vivir en el AHORA!

¡YA!

¡Simplemente EXISTIR!

¿Cómo era de que nunca me había dado cuenta de eso?

¡VIVIR!

¡Tan simple!

Ese era el secreto, un secreto abierto y profundo bajo los ojos de todos.

Fue como si me hubieran quitado un vendaje negro.

¡El mundo vivía, respiraba, EXISTÍA! Y yo, viviendo en el mismo lugar y planeta, me mantenía DORMIDO y lleno de miedo e inseguridad y todavía pensaba en un pasado que ya no existía, o en un futuro que tal vez nunca iba a existir.

¿Por qué no lo había entendido antes? ¿Por qué me tomó tanto tiempo entenderlo?

No tenía respuesta y me levanté para irme, transformado para siempre.

Con el corazón que quería explotar por la dicha y con todo el cuerpo que quería danzar como un loco feliz, tenía ganas de gritar mi felicidad al viento, al sol, al cielo y a todos los demás.

Me alejé pocos pasos pero regresé y con un infinito agradecimiento y en lágrimas, hice una reverencia a mi pequeña maestra por enseñarme más que mil libros en pocos instantes.

Bajando de la montaña, me fui corriendo y saltando, deseoso de no encontrar ningún humano. Después de un rato sentí que necesitaba recogerme en mí mismo para ‘sentir’  mi alrededor. Sumergiéndome en él, me quedé inmóvil por un largo tiempo sentado en una roca al lado de un riachuelo.

Por primera vez, rodeado de seres sólo ocupados de vivir en el presente, vi la Vida y la vida en la Vida, un universo en el Universo, una chispa de existencia, completa en sí misma, en paz…y feliz.

¿Por qué como humano y como el ser más evolucionado del planeta, había debido sufrir, correr hacia dinero, sexo, vicios, fama, poder, y ser obcecado por ellos?

¿Y por qué una humilde hormiga había nacido y vivía en el presente sin deber sufrir lo que yo había debido sufrir? ¿Por qué ella había llegado con un ‘manual de instrucciones’ para vivir de acuerdo a su destino, y yo no?

De repente me di cuenta de que yo también, desde el nacimiento, había recibido un ‘manual de instrucciones’, sólo que el mío había sido creado por una multitud de hombres y mujeres que me habían impuesto sus creencias ciegas, dogmas y miedos, y que me habían dicho que yo era hombre/mujer/blanco/negro/amarillo, de la religión de mis ancestros, que mi Dios era el único y verdadero, que los demás pueblos eran diferentes, que la vida es un sufrimiento, que debía ser rico, que debía poseer y tener y tener más, y que debía crecer/estudiar/casarme/tener hijos/trabajar/comprar casa/jubilarme…y morir para tal vez ir a sufrir el castigo que un Dios lejano me habría impuesto PARA SIEMPRE.

Nadie me habló de Felicidad, de Amor y de Amar de verdad, de Servir, de pasión, de tener una Filosofía y un propósito de vida y de cómo VIVIR mi vida…

Nadie me explicó que aunque el mundo puede ser un sufrimiento, existe también la manera de vencerlo y ser felices en él, así como nadie me explicó que con cada acción (o pensamiento) buena o mala, creo mi futuro, bueno o malo…

Nadie me dijo que la vida es una aventura maravillosa, un banquete, que el miedo sólo existe en mi mente, y que puedo vencerlo…

Nadie me dijo que no hay razas sino la raza humana, y que no hay países o pueblos diferentes, sino hombres y mujeres, todos hermanos y hermanas, e hijos e hijas del mismo Padre.

Nadie me dijo que no hay religiones o muchos Dioses, que dividen y quieren sacrificios de sangre, sino que hay un Ser Supremo que me ama y cuida todo el tiempo…

Nadie me dijo que el amor no es apego y que amar no significa poseer, ni manipular, ni dominar…

Nadie me dijo que no hay dogmas sino que hay una manera para llegar a ese Padre…

Sentí que una Magia me cubría y llenaba, algo inexpresable, dulce y lleno de Amor. En ese entonces no supe qué era pero ahora, que ya la conozco y experimento a cada instante, sé que era la Gracia de mi Padre.

Sentí también que muchas de las páginas de instrucciones equivocadas de mi manual se habían borrado para siempre. Otras se quedaron. Él había hecho una parte y entendí que Él me dejó el resto para que yo continuara a luchar.

Por primera vez en mi vida me sentí en paz, sin miedo y parte del UNO.

Me sentí un poco triste por el destino de mi pequeña maestra que, aunque estaba viviendo en la creación, no podía pensar en su Creador…

En ese entonces no sabía que mi hormiguita estaba sujeta a la Ley de la Naturaleza y que yo, como humano tenía la oportunidad de regresar a la Felicidad Suprema.

Volviendo liviano y feliz a mi casa, como por arte de Magia, pude observar el mundo lleno de vida y colores.

¡Ahora todo RESPIRABA! ¡TODO pulsaba de vida y energía! ¡Todo era VIVO!

No sabría cómo describir esa sensación. Era como si por primera vez viera el planeta como un único organismo con infinitas células, y parte de un todo.

¡Ay que dicha y FELICIDAD!

Todo era hermoso, bello, lleno de colores brillantes, todo era valioso, único, irrepetible. Todo vibraba como parte de un único organismo cada uno perfecto en su estadio de evolución. Todo lo que hasta ese entonces había definido feo, ordinario, inferior, malo, era ahora parte integrante del UNO.

Y pensé en la oscuridad donde había vivido hasta ese momento, y cómo muchos de mis hermanos y hermanas se sentían separados, solos, tristes, y desconectados de los demás y de la Tierra. Cómo muchos, obcecados por el ego y sus muchos hijos -fama, dinero, poder, codicia, avaricia, deseos ciegos- no entendían que estaban destruyendo su Madre y causando muchos sufrimientos a otros que eran parte de sus mismos cuerpos.

¡Qué locura!

¿Qué hacer? Por ahora, nada. Dejé ese pensamiento en una parte de mi mente porque todavía no estaba listo para actuar. Necesitaba entender más, prepararme más, amar más…servir más.

Llegué a casa con un cansancio de miles de existencias y me encerré en mi cuarto donde dormí un sueño profundo y sin sueños.

Al despertar, pasé varios días en silencio, evitando a todos, y observando mi nuevo mundo.

Preguntas empezaron a surgir de mi alma, las cuales, todavía no sabía ni podía responder… preguntas que habrían cambiado para siempre mi existencia.

¿Quién soy?

¿De adónde vengo?

¿A dónde voy?

¿Existe una Entidad Cósmica y, si existe, Qué y Quién es?

¿Qué es este mundo y cómo debo vivir en él?

¿Cuál es mi relación con el universo y con esa Entidad Cósmica?

…Aunque en ese entonces no lo sabía, el Camino había llegado a mí.