Tienes muchas cosas, demasiadas, pero ni cuenta te das. Miles de objetos que se acumulan como por arte de magia y que te llenan la casa -o las casas- y la vida.

Te propongo hacer un experimento contigo mismo. Es algo íntimo y personal que no deberás compartir con nadie.

Si debieras emigrar, ¿cuántas de tus posesiones serían importantes y esenciales para tu existencia? ¿Cuáles serían tus prioridades?*

Reduce todo lo que tienes, todo lo que has acumulado en tu vida –sea larga o corta- en tres piezas solamente y por un total de 40 KG.

Este ejercicio te dirá mucho de ti mismo y será estimulante porque que te hará pensar en tu existencia, en tu vida, en tus apegos y en lo que es importante para ti. Te centrará en lo que de verdad vale la pena, te volverá menos apegado a lo material, te hará descubrir recuerdos olvidados e importantes y, tal vez, te hará leer tus ya amarillentas cartas de amor, tocar tu vestido de boda, o te hará pensar en cuánto amaste a esa persona que ahora ya no valoras como antes.

No tengas miedo, prueba, es solamente un ejercicio.

En mi vida -que se vuelve siempre más larga- y en varias edades y etapas, he debido hacerlo -y no como experimento- cinco veces, y cada vez ha sido diferente.

Verás, en primera instancia que es como si no quisieras aceptar el hecho de que debes decidir. Es duro. Porque todo es tuyo, todo te parece importante, necesario. Cada objeto tiene una historia, o te acuerda de algo o de alguien.

Entra en cada habitación, y mira. ¿Qué harás con tus libros? La casi totalidad no te podrán seguir y lo mismo pasará con tu ropa, zapatos, chaquetas y varias cosas que se han acumulado en toda tu existencia.

Y recuerdas cuando un artesano te hizo a medida los muebles de la cocina, con los cajones que querías, y del color que tú y tu pareja escogieron juntos. Observas con cariño la antigua silla de la abuela, la lámpara que compraste en la luna de miel, tu TV o cualquier otro tipo de electrodoméstico, tu colección de vinos, tus libros, la cama que escogiste con tu pareja, los cuartos de los chicos, y miles de cosas más. Te duele. Sabes que debes cortarlos de tu vida para siempre.

No tengas miedo, prueba, es solamente un ejercicio.

Mi primera emigración fue feliz, casi una liberación. Me iba de monje, dejaba un mundo conocido para un futuro desconocido. No pensé mucho. Mi decisión estaba tomada. Esa vez dejé mis libros con tranquilidad, ya que dejaba también mi idioma y país para volverme un ciudadano del mundo.

Me fui de mi casa solamente con una maleta y un morral, aunque a los pocos días tuve que abandonar la maleta con casi todo y quedarme con las pocas cosas del morral. Eso era todo lo que tenía en el mundo en ese momento. ¡Por primera ves me sentí libre, independiente!

Mis migraciones sucesivas fueron más difíciles, pero solamente por causa de los libros que se habían acumulado en el camino.

Ya con pelo canoso, ¿cuándo será mi próxima migración, y para dónde?

PS – *Aquí estoy hablando de cosas, objetos, animales y lugares. Amor y apego por las personas no se pueden ni definir ni catalogar como he hecho en este escrito.