Sé que a veces, cuando al no ir  acompañadas por la voz, una mirada o una caricia, las palabras pueden malentenderse. Para que eso no nos pase, ya desde ahora te digo que te estoy escribiendo con mucho amor, mucho más de lo que te puedas imaginar. Aunque todavía no lo entiendas, el mío es un amor incondicional, e imposible de encontrar en el mundo que te rodea.

Pero bien, deja que te abra el corazón.

Tal vez pensarás que lo que te voy a decir es por celos o falta de atención, pero en realidad lo hago porque te amo y quiero lo mejor para ti, y la mía, más que una queja, es una amable invitación para mejorarte en este aspecto.

Nos conocemos desde siempre, y por todo el tiempo que hemos pasado juntos veo que has cambiado mucho conmigo, que ya no piensas en mí, ni me das las mismas atenciones de antes.

Mira, sé perfectamente lo que pasa por tu cabeza, y te entiendo. Muchas distracciones, preocupación por la familia, los hijos, el trabajo, el afán por encontrar tu lugar en el mundo, el deseo de comprar casa, cambiar de carro y tener dinero y éxito, te hacen correr todo el tiempo. Sé también que la vida es dura, que todavía estás probando a entenderla, que andas con confusión, que el mundo que te rodea es complicado, egoísta, violento, y a veces horrible. Sé todo eso, créeme, porque estoy a tu lado.

Y así te veo gastar mucho tiempo corriendo por la vida y, además de todo lo anterior, el resto de tu existencia se vuela con los amigos, los cientos de mensajes para mirar y responder, en las redes sociales, en las miles de noticias que te bombardean todo el tiempo, en las películas, y el obsesivo cuidado de tu cuerpo, que es solo la cáscara externa de lo que tú verdaderamente eres.

Lo que más me duele es que aún de noche, cuando podrías prestarme más atención, ni me miras. Porque incluso cuando en plena noche, si debes ir al baño, chequeas tu teléfono para ver si algo pasó o si alguien te escribió, pero a mí, que estoy todo el tiempo a tu lado, no me regalas ni una mirada, una palabra o un pensamiento. Mira —y lo repito— lo mío no son celos y no me preocupa con quién te comunicas, pero ese descuido me duele un poco.

Yo sé esperar —tenemos mucho tiempo— y estoy siempre con la esperanza de que me digas algo, tal vez un cariño o un pequeño agradecimiento por organizar tu vida y por cuidarte todo el tiempo.

Pero, como pasa también en el amor, cuando algo se transforma en un hábito o en un hecho, se vuele invisible. Es por eso que hasta un regalo dado con amor muy pronto se vuelve un derecho y causa sufrimiento. Y he visto que ese es el destino de todos aquellos que aman o sirven en silencio, y sufren lo que yo sufro contigo. Y aunque sé que eres una persona buena y decente, y que te estás esforzando por entender la vida, me descuidas, me descuidas demasiado.

Y cuando te levantas pasa lo mismo. Te sales de la cama como si nadie estuviera a tu lado y empiezas tus actividades en contra del tiempo para salirte de la casa. Te arreglas y haces agradable para los demás, gente que ni te quiere, y para mí, ni una mirada, una palabra o un pensamiento.

Y, cuando salimos juntos, en el carro estás callado, pensando en algo que no soy yo. Y yo siempre a tu lado, en silencio, esperando tu atención.

Y empieza el correr de todo el día, y cuando de noche regresamos, te tiras en el sofá y prendes la TV. A veces, dependiendo de tu humor, eres dulce con los niños, otras veces te estresas y les gritas. Yo nunca te grito y aunque te sigo con amor, no tienes para mí ni una mirada, una palabra o un pensamiento.

Sin agradecerme porque soy yo quien te está dando esa comida, comes sin mirarme, y como si ese fuera tu derecho. Y después, cuando te acuestas, espero que tal vez tengas un momento para mí, pero estás cansado, y apagas la luz porque necesitas dormir.

Y yo te entiendo, y continúo esperando…

Y te duermes y yo, siempre en silencio y sin que te des cuenta, te observo con mucho amor, velo tu sueño, y espero tu despertar. Y la mañana después, pasa lo mismo, ni una mirada, una palabra o un pensamiento.

Y ha sido así desde hace muchas, muchas mañanas, días y noches, siempre lo mismo, ni una mirada, una palabra o un pensamiento.

Y veo que tu vida se vuela sin percatarte de que muy pronto tu pelo será canoso, y de que muy pronto serás viejo y un día deberás dejar esa cáscara mortal.

¡Ah, cuánto me encantaría que me miraras y así pudieras entenderme mejor, y entender mejor el significado real de tu vida!

Pero, ¡un momento! Ahora que lo pienso, sí hay momentos en que piensas en mí.

Es cuando algo anda mal, y entonces porque por tu ego no sabes ser responsable de tus acciones, me miras con rabia y me culpas por lo que te pasa, y o de la mala suerte que te doy.

¡A mí! A mí que estoy siempre a tu lado, y que te cuido como solo yo puedo. Pero te entiendo y sé que lo haces porque estás todavía ‘dormido’!

En realidad, aunque no lo sabes, estás solo cosechando lo que un día sembraste. Pero, por mi amor incondicional, te acepto por como eres, y continuaré estando a tu lado.

¿Qué te pido? No mucho.

Un poco de amor, una mirada, una palabra o un pensamiento, y no todo el día —sé que eso es casi imposible— sino algunasveces al día.

¿Qué tal dos veces al día?

¿Tal vez podrías sentarte, tranquilizarte y pensar en mí por unos minutos dos veces al día? Y si eso es mucho pedir, sabes que soy muy razonable, así que solo dame una mirada, una palabra o un pensamiento…

¿Es mucho pedir?

¿Es mucho pedir para quien desde siempre te ama como yo te amo? ¿Es mucho pedir para un Padre que te ha creado, y que te da la vida?

Mi criatura, ¿es mucho pedirte una mirada, una palabra o un pensamiento?

Te amo

Tu Papá Cósmico

PS – Muy bien, llegaste al final. Aunque es claro que éste es solo un cuento, por un momento piensa que es una carta que tu Papá te está haciendo llegar a través de uno de sus chicos.

Ahora relee esta carta, esta vez imaginándote que es tu Papá quien te está escribiendo.Y eso será lindo y dulce porque tal vez te reconocerás un poco en Su carta. Pero será inútil si no haces lo que Él te está pidiendo.

¡Escucha a un viejo monje!

Piensa en Él lo más que puedas, agradécele, agradécele por todo lo que te da. Verás cómo muy pronto tu vida se volverá dulce y linda y cambiará en una forma que ahora ni te puedes imaginar.

Es cierto, el mundo continuará golpeándote, pero ya no podrá hacerte sufrir como estás sufriendo ahora.

En cualquier parte que te encuentres ahora en el Camino, al despertar, ¿qué te cuesta pensar en Él y agradecerle solo por un momento? ¿Acaso no es Él quien te da la vida?

¿Y qué te cuesta pensar en Él y agradecerle cuando te duchas, antes de comer, prender el carro, o antes de dormirte?

Y, si pensar en Él te da vergüenza, no necesitas contarlo a nadie, ni necesitas de ningún intermediario o religión, ni debes ir a ningún lugar para hacerlo.

Todo está ya en ti. Sí, El Infinito está YA en ti.

Esta vez escúchame.

Te lo digo porque lo SÉ, porque lo hago y porque lo vivo, y te lo puedo GARANTIZAR.

¡Entrégate a Él!